Escribió Oscar Wilde que “la única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal”. La verdad es que no es ninguna tentación, pero si media Península o toda ella lleva ya días hablando de si David Bisbal le hizo o no la cobra a Chenoa en el concierto reencuentro de los primigenios triunfitos, pues oye, allá vamos. Será porque mi única relación con Operación Triunfo en sus distintas ediciones haya sido la porra que preparamos sobre el puesto que lograría Rosa en Eurovisión y, juro que no por mi voluntad, los Avemaríacuándoserásmía, Cuandotúvasyovuelvodeallí y similares que han puesto banda sonora a las noches de juerga. Así que la tentación, más que tentación, es perplejidad. Pero el asunto Bisbal-Chenoa Chenoa-Bisbal, elevado a categoría de drama de amor y desamor que al parecer alimenta nuestras ansias de reality culebrón, se ha convertido en una especie de asunto de Estado oiga. La prueba del algodón es que un tema acabe por entrar en el discurso de los políticos, ahí ya se cruza la última frontera. Y lo ha hecho: Iñigo Errejón en Twitter: “Bisbal tratando a Chenoa como Rajoy al PSOE”.