El Parlamento Vasco inicia su undécima legislatura, que arrancó ayer al constituirse la Cámara, con la responsabilidad de culminar la labor de décadas en la resolución de problemas que han venido acompañando a la actividad parlamentaria vasca desde aquellas sus primeras sesiones presididas por Juan José Pujana hace 36 años: cerrar definitivamente el capítulo, ahora las consecuencias, de una violencia por suerte ya inexistente; seguir dando cauce a los exigencias de desarrollo de la sociedad vasca y satisfacción a sus necesidades, patentes hoy tras la crisis pero no más que, por ejemplo, en la década de los 80; y canalizar las exigencias de mayor autogobierno que la ciudadanía vasca ha manifestado reiteradamente durante estas tres décadas y media y que hoy se reflejan perfectamente en la misma composición de la Cámara. Son tres constantes de la política vasca que, concluyendo la segunda década del siglo XXI y en plena era de metamorfosis global, no se podrán soslayar; que tampoco se pueden esconder con debates tan antiguos como estériles sobre el personal acatamiento de la Constitución por los parlamentarios o sobre la presencia en la Mesa de la Cámara de quienes, además de ser la última fuerza parlamentaria por respaldo electoral, no han hecho precisamente del respeto a la pluralidad una constante de su quehacer político. En todo caso y como demuestran los resultados de las elecciones del 25 de septiembre, no es la reiteración de la bulla parlamentaria para marcar discrepancias lo que espera la sociedad vasca de la XI Legislatura de su parlamento. Permanecer en el mismo lugar, con los mismos condicionantes e idénticas prevenciones cuando Euskadi se halla en plena transformación, solo llevará en la práctica a retroceder, a alejarse de lo que la actualidad demanda. Muy al contrario, las mismas posibilidades de conformar mayorías en la Cámara ya muestran que los votantes han dado esa época por superada y reclaman consensos y acuerdos, también transversalidad, para construir un futuro deseable que precisa de actitudes diferentes y nuevas soluciones. Y la expresión legislativa de ese reclamo pasa por respetar y encauzar en esta legislatura, sin más dilación, la exigencia mayoritaria de la sociedad. Especialmente en esos tres ejes de normalización, desarrollo socioeconómico y autogobierno que son constantes, inherentes a la política vasca.