Titular: “Entregan croquetas ilegales en el Congreso”. Llama la atención, no lo negarán. Cristina Romero es la promotora de una iniciativa que ha recogido 225.000 firmas en change.org, que ayer fueron entregadas en el Congreso que reclaman modificar la Ley de Seguridad Alimentaria para permitir el aprovechamiento de la comida sobrante en lugares como comedores escolares, centros sociales o empresas. Y es que Romero descubrió hace un año, en una reunión en el colegio de su hijo, que la comida que sobraba en el comedor se tiraba siguiendo la normativa del Ministerio de Sanidad, a pesar de que se servían las mismas raciones a los niños sin distinguir las edades y que, lógicamente, los más pequeños no solían acabar sus platos. Está claro que el legislador no tuvo una madre o un abuelo que le marcara a fuego en ese subconsciente infantil que nos acaba acompañando toda la vida aquello de “en esta casa no se tira nada”. Así que Romero y otros impulsores de esta propuesta se plantaron ayer en el Congreso con las firmas y repartieron “croquetas ilegales”, elaboradas con sobras. Mi abuela hacía unas croquetas siderales, las mejores del mundo (todas las abuelas hacen las mejores croquetas). Hacía unas fantásticas con los restos del pollo asado. Sentido común.
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