Dos noticias que convivían ayer, que responden a circunstancias y problemas diferentes pero que, en definitiva, hablan de los modelos de ciudad que construimos. De un lado, el anuncio en Facebook del pub HF de la calle de San Prudencio de que, tras 23 años, finalmente echa el cierre; un cierre que sigue a los de otros locales de la zona, fundamentalmente consecuencia de la crisis económica y los altos alquileres y en una de las calles nobles de lo que era -no sé si lo sigue siendo en la misma medida- probablemente el epicentro comercial y social de la ciudad. De otro, el Ayuntamiento de Barcelona ha decidido prohibir la apertura de nuevos establecimientos públicos en el centro de la ciudad, especialmente si su actividad tiene relación con el ocio y el turismo, un veto que se extenderá por un periodo de dos años y que se suma a la moratoria hotelera, atendiendo a la saturación turística de la zona. Las ciudades son seres vivos, cambian, el barrio que ayer tenía una vida efervescente mañana puede languidecer por factores tan simples y lógicos como la propia evolución demográfica, las condiciones del mercado inmobiliario, la economía o incluso intangibles como las modas. Pero no cabe duda de que la acción institucional es la gran herramienta para garantizar una ciudad equilibrada y amable para sus ciudadanos.
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