Mientras la sede de la Audiencia Nacional en San Fernando de Henares se ha convertido en la imagen de toda una época de barra libre, bien es cierto que políticamente parece que amortizada, el reloj sigue su curso inexorable y el tic-tac, parafraseando a Pablo Iglesias, se va acercando al límite del 31 de octubre. Tres semanas por delante en las que el serial de la investidura tiene ahora dos puntos de interés: por un lado, si el PSOE bajo la dirección de la comisión gestora presidida por Javier Fernández acabará por virar hacia una abstención que permita gobernar a Mariano Rajoy; por otro, si el PP mantendrá el órdago dialéctico de su portavoz en el Congreso, Rafael Hernando, exigiendo al PSOE ir más allá de una abstención para que ofrezca garantías de gobernabilidad al PP. En principio, la debilidad del PSOE le complica la estrategia negociadora de una abstención exigente con el PP, en la medida en que todo parece apuntar a que unas terceras elecciones pudieran ser más dañinas en cuanto a resultado para el PSOE e incluso podrían hacer crecer al PP. Pero Hernando debió de verle las orejas al lobo en el Pleno del martes, con la aprobación por el resto de grupos de dos proposiciones de ley, simbólicas pero significativas, a favor de eliminar la prisión permanente revisable y paralizar la Lomce.
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