El PSOE, un partido centenario que ha protagonizado gran parte de la historia reciente del Estado español, vivió ayer una de las jornadas más negras como formación y ofreció la peor cara de la política, la del penoso enfrentamiento abierto y físico entre compañeros de militancia. La dimisión del hasta ahora líder socialista Pedro Sánchez tras caer derrotado en la votación cerró un caótico, tenso y bochornoso Comité Federal que mostró públicamente -muchos de sus miembros se encargaron de transmitir a los periodistas prácticamente en directo lo que estaba ocurriendo en Ferraz- la fractura interna del partido, literalmente al borde de la escisión. Los dirigentes del PSOE no fueron capaces de acordar durante diez horas de reunión -continuamente interrumpida por recesos- ni siquiera en cuál era el objetivo del Comité ni si había que votar y, en caso afirmativo, qué se debía someter a consulta ni cómo -con urna o a mano alzada- ni siquiera quiénes podían hacerlo. En definitiva, el cónclave socialista se desarrolló según las previsiones más pesimistas y no como anunciaron de víspera sus máximos protagonistas, Pedro Sánchez y Susana Díaz, quienes, desde puntos de vista radicalmente distintos, demandaron sosiego, debate y ánimo de “coser” el partido. Al contrario, las heridas se abrieron aún más y aún está por ver las consecuencias. De momento, la renuncia de Sánchez -que cumplió su palabra de que abandonaría si no obtenía el respaldo a su hoja de ruta- y su Ejecutiva y la conformación de una gestora provisional hasta el próximo sábado abre una gran incógnita, tanto para el PSOE como a nivel general por su incidencia en la situación de bloqueo político en el Estado. La derrota del sector afín al ya ex secretario general y la dimisión de este derivará en un nuevo liderazgo -y a buen seguro en un cambio ideológico- y abre las puertas a una abstención que facilite la investidura de Mariano Rajoy, lo que puede romper aún más a un PSOE ya fracturado. Lo curioso, y que quedó también en evidencia ayer, es que esta cuestión -la postura que haga posible un gobierno del PP, que es el eje de esta guerra civil declarada en el PSOE- no ha sido debatida y ni siquiera hay un pronunciamiento abierto del sector crítico al respecto. La fractura socialista augura aún más batallas en este conflicto en el que quien más pierde es el propio PSOE, pero también el país.