La finalización de la tercera ronda de contactos entre Felipe VI y los líderes de los partidos con representación parlamentaria, ciento treinta días después de las elecciones del 20-D, no solo constata la archiconocida falta del consenso necesario para la investidura de un presidente y la formación de un gobierno. Tampoco se limita a reafirmar la generalizada percepción de inanidad del prolongado periodo que los partidos han dedicado a no llegar a ningún acuerdo. De no producirse un auténtico revolcón electoral el próximo 26 de junio, el desarrollo final del fracasado periodo de investidura avanza incluso un horizonte similar al actual -cuando no más complicado- en cuanto a las posibilidades de acuerdos para la gobernabilidad tras la repetición de las elecciones. En ese sentido, la propuesta de treinta puntos denominada Acuerdo del Prado que puso sobre la mesa ayer Compromís y la negativa del PSOE a apartar a Ciudadanos para configurar un gobierno netamente de izquierdas junto a Podemos y las confluencias desarman el argumento con el que Pedro Sánchez achacaba a Pablo Iglesias la falta de voluntad y por tanto la ausencia de un gobierno, pero sobre todo avanza que, en todo caso, el acuerdo entre los socialistas y Podemos se antoja igual de imposible en el futuro, sea cual sea el orden en que les sitúen los resultados de la nueva cita con las urnas. Si el PSOE logra el imprevisto de evitar el sorpasso que siempre ha buscado Podemos y para el que confluirá con IU, Sánchez se pretenderá fortalecido aun desde los peores resultados de la historia del PSOE, lo que utilizaría como aval para justificar la continuidad de su acuerdo con Ciudadanos a expensas de los escaños logrados por los de Rivera y la suma que resulte de los mismos con los del PP. Si, por el contrario, Podemos se configura como segunda fuerza política, Sánchez habrá dicho adiós a la Secretaría General de su partido. En ese caso y dado que el PSOE no podría permitirse someterse en el papel de acompañante necesario de Pablo Iglesias en su asalto a los cielos de la política estatal, no sería improbable que el PP de Mariano Rajoy, con o sin Ciudadanos, alcanzara la investidura merced a la abstención socialista, justificada en la interinidad de Sánchez, para que a continuación la nueva dirección que surja del congreso pendiente renegara de ésta y se dedicara a tratar de recuperar el liderazgo de la oposición antes de pretender alcanzar el Gobierno.
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