El Papa Francisco hizo ayer su viaje más breve y, en sentido estricto, menos “evangélico” pero al mismo tiempo quizá el más significativo, emotivo, reivindicativo y humanitario de su aún breve apostolado al frente de la Iglesia católica. Jorge Bergoglio visitó un campo de refugiados de Lesbos con el objetivo declarado -tan simple, pero al mismo tiempo tan importante- de estar con los migrantes supervivientes que huyen de la guerra, “escuchar sus historias”, reconfortares en la medida de lo posible y, en última instancia, hacer un simbólico pero contundente llamamiento al mundo -y en especial a Europa- a la solidaridad, la humanidad y la acogida. El hecho de que el Papa regresase al Vaticano de su viaje con una docena de refugiados -tres familias sirias, con seis niños en su seno-, lejos de ser anecdótico o un mero golpe de efecto mediático, entronca muy directamente tanto con el reiterado mensaje humanitario de Francisco desde que accediera al cargo como con la doctrina y la misión de la Iglesia católica en pro de la solidaridad y el derecho de todas las personas a una vida digna y en paz. La evidencia de que las tres familias sirias que acogerá el Vaticano son de religión musulmana no hace sino dotar de mayor fuerza y significación al gesto del Papa y supone un aldabonazo directamente dirigido contra los interesados prejuicios antiislamistas y xenófobos que anidan y se extienden, cada vez con mayor intensidad y virulencia, por Europa. Al mismo tiempo, el viaje, las palabras y los gestos de Francisco son un llamamiento tanto a la población como a las autoridades de Europa y de los Estados miembro. El Papa, una vez más, se ha erigido, aún con más fuerza, en un líder espiritual y también en una figura mundial en defensa de los derechos humanos, sin medias tintas ni intereses espurios. “Europa es la patria de los derechos humanos”, aseguró Bergoglio en un momento en el que muchos ciudadanos europeos están perdiendo su confianza en las instituciones de la UE y de sus propios estados ante las inmorales decisiones que están tomando respecto a los refugiados. Millones de ciudadanos -cristianos, europeos, árabes, musulmanes...- necesitaban escuchar estas palabras, contemplar estos gestos, sentir la cercanía y el calor netamente humanos del Papa hacia los refugiados, del mismo modo que esperan y exigen hechos en el mismo sentido a las autoridades de Europa y del mundo.