La realidad demográfica en Euskadi es nítida. La tasa de natalidad de la sociedad vasca, el número de nacimientos por cada mil habitantes, es de 8,9, por debajo de la media de la Unión Europea (10,6), y aunque superior a las de Alemania (8,7), Austria (8,6) o Japón (8,5), inferior a las de EEUU (13), Holanda (10,8), Canadá, Suecia, Dinamarca (10,2) o Bélgica (10). Además, los vascos mayores de 85 años se han multiplicado por 5 desde 1980, suman más de ochenta mil, el pasado año eran ya el 3,4% de la población... y se prevé que para 2020 los mayores de 64 años se hayan incrementado en un 22% mientras que la franja de la población entre 16 y 64 años descenderá otro 4%. En otras palabras, el horizonte demográfico es el de una menor población más envejecida. De ahí la pretensión del Gobierno Vasco de presentar en fechas próximas una “Estrategia de inversión en familia e infancia” para avanzar en el único camino que, según los expertos, permitiría iniciar una variación del sentido de los índices demográficos: proteger las vértebras de la sociedad, las familias, a través de la conciliación y la corresponsabilidad, aun desde la consideración de que ambas están íntimamente relacionadas. De hecho, el problema de Euskadi no es diferente al de otras sociedades, especialmente las nórdicas, que han logrado paliar sus dificultades para la renovación demográfica a través de políticas de incentivación de la igualdad en la responsabilidad del cuidado y educación de los hijos y del diseño de regulaciones laborales que los facilitaran. En Euskadi queda mucho por hacer. Como refleja el estudio sobre la implicación de los padres vascos en la crianza de los hijos realizado por los profesores de la Universidad de Deusto, Ritxar Bacete y Leire García, la conciencia sobre la corresponsabilidad es amplia, pero la realidad sobre su puesta en práctica, más escasa; lo que se repite en el desarrollo de las iniciativas para incorporar la conciliación a la mesa de diálogo social y el entorno empresarial que ya remarcaba el Plan Interinstitucional de apoyo a las familias (2011-2015). Y no únicamente porque solo con y desde la conciliación y la corresponsabilidad se podrá alcanzar la sostenibilidad demográfica, sino porque también de ellas depende la sostenibilidad de nuestras capacidades como sociedad y nuestro bienestar. Tanto de las generaciones actuales como de las que nos sucedan.
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