Los resultados de la Evaluación Diagnóstica realizados el pasado año a 21.167 alumnos de 4º de Primaria y a 20.221 de 2º de ESO -que suponen una muestra nada desdeñable del 11% del total del alumnado vasco- reflejan una estabilidad, quizá de leve matiz descendente, en el sistema educativo vasco que, sin embargo, supone una evidente advertencia que debe llevar a un profundo análisis en el caso de la competencia lingüística en euskera. No ya porque en esta ocasión se haya producido un descenso en el número de alumnos con un nivel avanzado de nuestra lengua, limitado en el caso de Primaria y preocupante (cinco puntos) en el de la ESO, sino porque en ambos grados educativos se ha producido una caída notoria en el número de alumnos vascos capaces de demostrar un nivel medio de euskera, que se sitúa en torno al 38% del alumnado -frente al 43% en Primaria y el 42,7% en ESO de la anterior evaluación de 2013-, bastante por debajo de los porcentajes en castellano y, sorprendentemente, también en inglés. Pero, sobre todo, porque los resultados de la evaluación confirman una tendencia que se viene repitiendo en los últimos cursos. Cierto es que no se trata de un problema restringido a las aulas, sino que, como llega a apuntar la consejera Cristina Uriarte, está influido por el uso social de nuestra lengua, especialmente en determinadas franjas de edad. También lo es que la alteración en la competencia lingüística está asimismo relacionada con los cambios sociales evidenciados en Euskadi en este siglo XXI y el avance en la escolarización de las primeras generaciones de vascos descendientes de emigrantes, a los que no es ajeno el crecimiento de seis y ocho puntos de los alumnos en nivel inicial. Sin embargo, no es menos cierto que el sistema educativo también adolece de carencias, incluso en el modelo D, del que el propio Departamento de Educación admite que “no garantiza la competencia lingüística”. Y que paliarlas pasa por la actualización de la competencia en el profesorado que en su día acreditó el perfil necesario o la comprobación exhaustiva del nivel de exigencia del uso cotidiano del euskera en los centros. Porque solo una evaluación continuada de ambos aspectos (entre otros) preservará la calidad de la educación en euskera -y por tanto el nivel que se alcanza con la misma- de esas presiones que, en realidad, no deben considerarse externas a las aulas.