La puesta en marcha por el lehendakari Iñigo Urkullu de los contactos interinstitucionales necesarios para la creación de un fondo vasco de inversión que impulse la economía productiva de nuestro país supone un plano más del rediseño de actividades en el que viene trabajando el Gobierno Vasco y con el que se pretende resituar a Euskadi entre las economías más competitivas y las sociedades más desarrolladas en pleno siglo XXI. La pretensión de la colaboración público-privada en la creación de ese fondo, entre cuyos objetivos se enfatizarían los de la imprescindible innovación empresarial y la creación de empleo en los dos colectivos más afectados por la crisis, los jóvenes y los parados de larga duración, enlaza directamente con la intención de desarrollar lo que ya hace meses se vino a denominar la industria 4.0 a través del desarrollo empresarial y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías, pero también con la que el propio lehendakari explicitó hace apenas unos días, el último de febrero, en su intervención en la Universidad de Deusto, cuando aludió a las medidas de relanzamiento económico de la Unión Europea o Plan Juncker para, ante la falta de seguridad en que los efectos de este se perciban entre nosotros, asegurar que “necesitamos nuestro propio Plan Juncker y contamos con la capacidad financiera para desarrollarlo”. En ese sentido, la colaboración del propio gobierno y las diputaciones forales, pero también de agentes financieros e inversores privados, permitiría aprovechar el ciclo de crecimiento económico que se prevé continuado al menos en los próximos ejercicios y las propia virtualidades de Euskadi -en el ámbito de la estabilidad sociopolítica, acentuada por la normalización, pero también de la calidad y tradición educativa, especialmente en los niveles técnicos, o de las peculiaridades de su autogobierno y fiscalidad-, para asentar los fundamentos de un país renovado en cuanto a su competencia productiva, pero asimismo recuperado en lo social de los efectos de la prolongada crisis que hemos padecido. Y esto último pasa, como el propio Iñigo Urkullu señaló, por reducir la tasa de paro a niveles de desempleo técnico, por debajo del 10%, y por superar el 125% de la media europea en riqueza per cápita en el inicio de la próximo década.
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