Los de bastantes clérigos. Ahora se descubre la intensa amistad de Wojtyla con una mujer casada. ¿Eran amantes? ¿Es suficiente para el voto celibatario no tener una relación coital? ¿Las infidelidades afectivas o el poliamor del corazón no rompen acaso el celibato? Estrechas lindes entre el amor y la amistad de un hombre y una mujer. El hecho da una clave más de interpretación del machismo y misoginia del Papa polaco y sus cuestionables posicionamientos y decretos sobre el universo femenino y mariológico. Es inadmisible e hipócrita que a nivel personal se actúe de una forma y, simultáneamente, se mantenga una disciplina férrea en cuanto al celibato y se proceda de forma inmisericorde en temas de sexualidad, aborto, relaciones prematrimoniales, anticoncepción y femineidad. Que un Papa tenga una amante no va contra el evangelio de Jesús. Que lo oculte o no sea fiel a ese amor, sí. Y que promulgue leyes que atentan contra el amor también. Llegará un día en que el Papa será un hombre o mujer enamorada, con su pareja respectiva, uno/a de tantos, un ser normal. Hoy, sin embargo, el celibato es un modo de opresión y sometimiento de las mujeres, subordinadas éstas al rol que les dejan los varones, “consejeras o ayuda” en palabras de Francesco, amantes clandestinas y sexualmente usadas en la mayor parte de los casos. Y siempre, colonizadas afectivamente. Descorazonador e insultante a este respecto el magisterio de Francesco.