tiene un diseño sencillo, cuidado y elegante. Se adivina una rama de acebo con un trazo verde rasgado, una figura casi abstracta pero identificable. Está dibujado sobre un papel verjurado en gris toscana. Muy fina. Dentro, junto a un texto impreso en tipografía sutil, una nota personal y una firma en tinta líquida azul... escritas a mano. Sí, es una tarjeta de felicitación de Navidad. Me la escribe y envía una persona conocida. No tiene nada de particular por estas fechas, salvo que se trata de una de las pocas que me han llegado. Antes llegaban a decenas, de todos los colores, tamaños y diseños, con muy diferentes textos y tipos de papel. Pero los tradicionales y hasta entrañables christmas enviados a una dirección postal de verdad -no virtual- están languideciendo durante estos últimos años y quizás por eso mismo, los pocos que quedan adquieren más valor. Pienso en los muchos que han dejado de enviármelas -sí, ya sé que no es nada personal- y también en aquellos destinatarios a los que tampoco escribo, a quienes debo disculpas. Ahora se mandan por e-mail o whatsapp a decenas o a cientos, a discreción. Pero muchos se borran sin apenas leer. Creíamos que la tecnología podía acercar por Navidad a esas personas distanciadas el resto del año. Pero no. Que vuelvan los christmas.
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