Escribía John Carlin en El País un artículo titulado “¿Por qué no podemos llevarnos todos bien?”; un texto sugerente sobre las posiciones políticas tras los atentados de París y la declarada guerra al yihadismo, utilizando como gancho la pregunta que el presidente de EEUU interpretado por Jack Nicholson en Mars Attack! dedica al líder de los invasores extraterrestres antes de caer fulminado por éste. Carlin alerta contra “las aguas tibias del buenismo”: “Uno se puede sentir muy satisfecho consigo mismo oponiéndose a la guerra, al imperialismo neoliberal, a la vigilancia policial y tal, pero los tiempos exigen debates constructivos y respuestas concretas, sin cerrar los ojos a la dura realidad de que en el mundo político real no hay más remedio a veces que ensuciarse las manos, sacrificar la pureza moral y elegir entre lo malo y lo peor”. Se fija en la gran cuestión, dónde situar ese finísimo y delicado límite entre libertad y seguridad. También en lo fácil que es ponernos estupendos cuando no nos toca tomar decisiones ni asumir responsabilidades. Más aún cuando las decisiones políticas suelen acabar impregnadas de tufillos electoralistas. ¿Quizá imponer estados policiales puede ser una victoria más para los terroristas que pretendemos combatir? ¿Quizá entre lo malo y lo peor ha de estar la justicia? Más preguntas que respuestas.
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