aDeraa y Ramtha apenas les separan 10 kilómetros. Pero aparte de la proximidad física, son dos pequeñas ciudades -de 75.000 y 130.000 habitantes, respectivamente- íntimamente hermanadas desde los tiempos remotos de la Antigüedad. La solidaridad ha primado entre sus dos poblaciones, emparentadas por familias comunes, un mismo espacio de comercio o la complicidad del fructífero contrabando -“si Dios ha puesto una frontera entre hermanos aprovechémosla”, se dice a ambos lados del Pirineo navarro- entre las regiones de Haurán y Galilea. Y es que a la siria Deraa y la jordana Ramtha les separa también una artificiosa frontera. Hace casi seis años, 15 estudiantes de Deraa iniciaron una revuelta al calor de la primavera árabe y la ciudad está desde entonces asediada y masacrada entre tropas de Al Asad y francotiradores islamistas. Pues bien, no hay un solo hogar de Ramtha que no haya acogido a una familia refugiada de la ciudad hermana, en una suerte de reencuentro fraternal. En Europa nos rasgamos las vestiduras por la crisis que supone la acogida de 300.000 refugiados sirios, aun cuando no llegan ni a la décima parte del total, que mayoritariamente ha buscado cobijo en Turquía, Líbano y Jordania. Y en Vitoria alguno anda preguntándose a ver si al final no van a ser yihadistas.
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