posiblemente, cuando Ridley Scott rodó la 1492, la conquista del paraíso no quiso hacer tanto un riguroso relato histórico como contar las andanzas de un aventurero genovés interpretado por Gérard Depardieu que quería cambiar el mundo construyendo otro allende los mares. Y la magia del cine permite que la metáfora misma sea tan o más importante que la verdad que hay detrás. La NASA nos acaba de contar de nuevo -ya lo sembró hace seis años- que en Marte hay agua. Pero así como algunos exploradores de América se dejaron de utopías y se pusieron a calcular cómo esquilmar el continente, quizás haya ahora también a quien le interese más el business que la magia y esté pensando ya en construir en el planeta rojo una urbanización esnob con vistas al mar recién descubierto, en radicar la sede de un paraíso fiscal o los más bestias planeen un bombardeo rentable con la excusa de que los marcianos esconden armas bacteriológicas. Más precavida fue la científica de la UPV Teresa del Río Gaztelurrutia, que conociendo al personal advirtió ayer que “habrá que tener cuidado en no contaminar ese agua con vida de origen terrestre”. Antes de descubrir Marte ya estamos contaminando su agua. Quizás fuera más bella la mentira de Ridley Scott, aunque su superproducción fuera un fracaso en taquilla.
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