la llegada masiva de refugiados por el este del viejo continente y el Mediterráneo ha desbordado los problemas que rodean el problema de la inmigración y supone ya todo un azote moral a la conciencia de las sociedades desarrolladas europeas. La sobrecogedora e impactante fotografía de un gendarme turco ante el cadáver de un niño de tres años arrastrado hasta una playa del Egeo que reprodujeron prácticamente todos los periódicos se convirtió ayer en un dantesco símbolo del cariz que empieza a cobrar un problema que debería avergonzar a la civilización occidental y pone a prueba sus valores humanistas. En su gran mayoría, los refugiados que se ahogan por decenas de miles huyen, en definitiva, de infiernos como los de Siria o Irak, inmersos en conflictos bélicos en los que la UE o EEUU no pueden eludir su responsabilidad directa. Y a ello se suma, además, el vergonzante racaneo y la indolencia que los Estados europeos están demostrando para acoger a los refugiados. Vitoria, sin embargo, dio ayer un ejemplo de solidaridad. Si hace apenas unos meses la capital alavesa saltaba cada dos por tres a los titulares de casa y de fuera por la exclusión de sus inmigrantes magrebíes, ayer lo hacía por convertirse en pionera -entre las capitales de tamaño medio- al ofrecerse como ciudad refugio para recibir, auxiliar y amparar a personas que llegan en busca de asilo en unas circunstancias dramáticas. Gasteiz recupera de esta manera su histórica marca de ciudad de acogida. Y es que, desde los procesos de cohesión social y urbana al recibir los flujos migratorios de los años 60 hasta la acogida de refugiados de la guerra de los Balcanes en los 90, la historia de Vitoria ofrece numerosos episodios que la han convertido en una ciudad tradicionalmente receptora e integradora. Las instituciones alavesas -con los mandatarios jeltzales Ramiro González y Gorka Urtaran al frente, pero respaldados también por todos los grupos de izquierdas en una iniciativa social sin color político- no tardaron ayer en recoger el testigo de la reacción social ante el drama que golpea las conciencias europeas y en activar el Fondo de Emergencia, de una manera coordinada y efectiva, para acoger en Gasteiz al menos a una decena de familias de refugiados. Una respuesta de toda la ciudad de la que sus vecinos pueden sentirse orgullosos.