La coincidencia de la publicación del Euskobarometro y los datos sociológicos respecto a las preferencias de los vascos sobre autogobierno con la notificación por el Ministerio de Presidencia español de la negativa a facilitar al Parlamento Vasco los informes solicitados desde la Ponencia sobre el nuevo estatus ofrece un nítido contraste entre la nula disposición del Gobierno español, al menos mientras siga en manos del PP, a analizar y acordar la relación entre Euskadi y el Estado y la pretensión mayoritaria de la sociedad vasca. De hecho, la mera justificación de la negativa dibuja esa disparidad, dado que se pretende basada en que las solicitudes -por cierto, del PP y UPyD- rebasan el ámbito competencial vasco, lo que se antoja tan ridículo como falaz por cuanto entre los diez informes se hallaban, por ejemplo, los referidos al desarrollo del Estatuto y las transferencias pendientes, al Concierto o a la viabilidad de un sistema vasco de Seguridad Social. Esto significa que la negativa del Ministerio que dirige Soraya Sáenz de Santamaría incide en la terca realidad por la que los gobiernos del Estado han situado los límites competenciales muy por debajo de lo dispuesto en el Estatuto de Gernika y que lo hace precisamente cuando, siempre según los datos del Euskobarómetro, la sociedad vasca -al igual que sus instituciones en base a lo que se desprende de la actitud de sus principales representantes- más proclive parece a pactar una solución a sus diferencias con el Estado, reflejadas en que un 69% de los encuestados no se encuentra satisfecho con la actual situación ya que un 26% exige que se completen las transferencias pendientes del Estatuto de Gernika, un 28% aspira a una reforma y ampliación del autogobierno y un 15% se decanta claramente por una opción de ruptura soberanista. Ahora bien, esa disposición que presentan los datos sociológicos vascos no es inamovible ni perenne y la actitud del Gobierno Rajoy de ignorar el problema y retrasar in eternum el abordaje del mismo no solo le distancia de la sociedad vasca, tal y como muestran sus últimos resultados electorales, sino que puede tener consecuencias no del todo inesperadas si se coteja con las tendencias que la sociedad vasca ha mostrado no hace tanto y se contempla lo que ha venido sucediendo durante los últimos meses en Catalunya.