Ya han pasado los días en que parece que nos importan los nombres de los nuevos responsables forales. Los hemos publicado todos. De hecho, hemos considerado que adelantarlos era materia periodística lo suficientemente importante como para ofrecerlos a nuestros lectores antes que la competencia. Nunca he comprendido este proceder, pese a que llevo muchos años trabajando en medios de comunicación. Nunca me han importando los quiénes, sino los qués: es decir, las ideas, la puesta en práctica de una ideología, y en eso los nombres importan poco. Es una manera de ver el mundo que ya he compartido con ustedes en otras ocasiones: no entiendo que haya que mostrar las caras de los periodistas al comienzo de las informaciones que escriben, como si el tamaño de su nariz o el corte de pelo fueran relevantes para desarrollar su labor; como tampoco me gusta el excesivo protagonismo que se les da a ciertos periodistas de televisión, quienes casi siempre tratan a sus entrevistados como si fueran ignorantes, sobre todo del brillo profesional que tienen delante. Volviendo al comienzo: creo que damos tanta importancia a los nombres de los nuevos responsables forales para contrapesar el desinterés que despiertan entre la ciudadanía. Ellos y la institución que hoy ocupan.