Hemos hablado hasta la saciedad de la tragedia griega, del concepto tragedia, que no en vano es suyo literalmente hablando. Escribí el otro día que en esta historia habían convergido la tragedia clásica griega y las sagas del norte de Europa. En el último capítulo, el rebelde Tsipras parece haber sucumbido al dominio del artista anteriormente conocido como troika encarnado en Merkel, Lagarde y Cía., con Varoufakis sacrificado por el camino en plan Boda Roja de Juego de Tronos. Ya estamos en la épica fantástica. Llegados a este punto, no acabo de entender demasiado la jugada del referéndum que se marcó el Gobierno de Syriza si no pienso que tuvo mucho de farol a la desesperada, de ingenuidad o que en la trastienda hay cosas que se nos escapan. De la otra parte, comparto la idea de que los acreedores colocaron a Tsipras con la última propuesta pre-referéndum entre la espada y la pared y que en el post-referéndum le han aguantado el farol con idéntico objetivo. Entre el Grexit, el trágala y la caída del Gobierno: ahora el triunfo es que Grecia no abandona el euro. Ojalá lo sea, para los griegos y para todos. La duda sigue siendo si el castigo a Grecia se convertirá en haraquiri al propio proyecto europeo; no al proyecto de la austeridad, pero sí al que imaginaron los Schuman o Monnet.