los ministros de Economía de la Eurozona se vuelven a citar hoy por la tarde para intentar cerrar un acuerdo con Grecia que permita desbloquear los últimos 7.200 millones de euros del segundo rescate. Un desembolso vital para evitar la suspensión de pagos e incluso la salida del euro, más cuando Atenas debe afrontar el próximo martes el vencimiento de 1.500 millones al FMI. La presión se redobla hasta la asfixia para el primer ministro Alexis Tsipras, pues si no concurre hoy un acuerdo político los jefes de Estado y de Gobierno no podrán ratificar mañana dicho pacto en el Consejo Europeo. La situación no puede resultar más draconiana para el Ejecutivo heleno, que ya ha enmendado el programa del partido gobernante Syriza en aspectos tan nucleares como las pensiones o la subida del IVA. Si la Troika no se da por satisfecha con el retraso en la edad de jubilación, la abolición de los retiros anticipados o el aumento del IVA -hasta el 23% en las islas griegas o hasta el 13% en hostelería, castigando un sector estratégico como el turismo- estará dejando sin margen a Tsipras, cuyo esfuerzo para alcanzar un punto de encuentro merecería otra reestructuración de la deuda y una prórroga del programa de ayudas, pensando sobre todo en la vapuleada ciudadanía. Más allá de lamentar de nuevo que el bienestar de la gente corriente queda siempre supeditado al interés de la macroeconomía y de la gran banca, el contencioso con Grecia, que ha redundado en un chantaje en toda regla, demuestra con toda crudeza que la autonomía de los Estados europeos es una pura filfa y que todos los gobiernos operan a la postre como cancillerías alemanas, como también se ha podido vislumbrar en Moncloa. Con la consideración de su país como un mera colonia germánica y la austeridad sin fin a la que se le condena, se está rebelando el ala más dogmática de Syriza, que ya sugiere una sedición en un número significativo de parlamentarios y apunta incluso a una ruptura de la coalición. Aunque Tsipras consiga el plácet de la UE, lo hará con una modulación del ideario que aupó su Gobierno, por lo que deberá someterse a un refrendo interno. Tal vez en forma de referéndum sobre el acuerdo económico concreto que hoy se dirime e incluso de elecciones en el caso de que la coalición que lidera se convierta en un polvorín.