Cuando Xabier Arzalluz habló de aquello de los ritos de apareamiento, sospecho que se quedó corto en vista del despliegue de plumajes y batir de alas a los que estamos asistiendo... y lo que te rondaré morena. Ahora bien, si tengo que elegir, del espectáculo postelectoral me quedo con Esperanza Aguirre y Yolanda Barcina. A estas horas, la primera puede que haya ofrecido su apoyo al estanquero de dos calles más arriba si eso evita que Manuela Carmena llegue a la Alcaldía, después de sus propuestas fallidas de carmonazo, como alguien lo bautizó ya en algún medio de comunicación, y de gobierno de concentración antisoviets. Y a pesar de la debilidad que trasluce a primera vista la reacción de Aguirre, no dejo de sospechar que nos la está colando otra vez, que anda como pollo sin cabeza solo para despistar al enemigo... y el enemigo está fundamentalmente en sus siglas, como decía Churchill. Eso sí, ha creado escuela, con Javier Esparza como aventajado alumno. La segunda persevera en insultar a todo aquél que no le vota, estrategia de fumigación masiva para la que volvió a elegir una escapadita mediática a Madrid, clásico básico. Si no resultaran tan desquiciantes, a veces hasta me despertarían la ternura del niño que enfurruñado se va de morros a rumiar su mosqueo... ¡pues ya no juego!
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