la renuncia de Iratxe Osinaga, hasta ahora número dos de Podemos en Euskadi -tras quedar a un centenar de votos de Roberto Uriarte en la elección para la secretaría general- ha llegado apenas días después de que Hannot Sansinenea también dejara el liderazgo de la formación en Donostia y confirma la dificultad de amalgamar en una única estructura partidaria impulsos políticos tan heterogéneos y cuya coincidencia no va mucho más allá de la crítica al sistema. El argumento que utiliza Osinaga para razonar su renuncia, la falta de identificación con el programa aprobado por la todavía reciente formación política, es la explicación de esa dificultad, inexistente en el inicio de los círculos de Podemos. La exdirigente admite que “estaba todo por definir” y que, en un partido que resultó de una extendida indignación social, las diferencias emergen cuando es preciso tomar “decisiones concretas sobre políticas concretas”. Estas decisiones, además, no siempre han tenido el respaldo de los principios asambleístas que se presuponía en el germen de la formación que Pablo Iglesias dirige de forma férrea, vertical y centralizada. Esas han sido las raíces de las disonancias entre el científico Pablo Echenique, eurodiputado y secretario general de Podemos en Aragón, y el propio Iglesias o las del líder con la candidata del partido en Andalucía, Teresa Rodríguez. Que tanto ella como Echenique, además, hubieran obtenido en sus territorios un amplio respaldo de las bases (80% y 75% respectivamente) abonaba esas diferencias, a las que se añaden dosis de personalismo o errores de comunicación como el cometido por el secretario de Programa de Podemos, Juan Carlos Monedero en la explicación de sus ingresos. Tampoco Euskadi ha sido ajena a estas contradicciones, que se han puesto de manifiesto en la presión de la dirección de Madrid para evitar cualquier entendimiento con Bildu tras las elecciones municipales y forales para no manchar la imagen de Pablo Iglesias o en la proliferación de siglas que, por ejemplo en Gasteiz, han surgido improvisadamente a la sombra del fenómeno de Podemos. La propia encuesta de Gizaker publicada por DNA también ha enfriado la efervescencia inicial de la nueva formación, que si bien en Araba obtiene 4 escaños en intención de voto, se queda lejos de las grandes expectativas alimentadas hace apenas unos meses.