con independencia de su perfil de derecha ortodoxa y de su inspiración ideológica -el clásico conservadurismo alavés que huye de audacias políticas-, el diputado general de Álava se caracteriza por sus formas corteses y hasta trato personal afable, mientras deja el papel de poli malo a alguno de sus diputados o asesores en la sombra. Y sin embargo, durante el último pleno de control que las Juntas Generales celebraban en esta legislatura, Javier de Andrés subió ayer a la tribuna con un tono arisco, tirante, aparentemente nervioso y en ocasiones hasta faltón para intentar sacar la cara a sus diputados más conflictivos -el titular de Administración Local, el ya amortizado Javier Ruiz de Arbulo, se lleva la palma- e intentar marcar perfil frente al PNV en las postrimerías de una legislatura gris, sin fuste ni brillo mediático y en la que no puede exhibir ninguna iniciativa de calado, más allá de los estériles recortes y una inacción que le ha terminado por borrar del mapa político alavés. Las dos fuerzas en pugna para las próximas elecciones forales en todas las encuestas y previsiones son el PNV y Bildu -ambas mirando de reojo a la incógnita de la marca Podemos- y el PP -a diferencia de Vitoria, donde Javier Maroto mantiene el tirón- se ha quedado fuera de juego en cualquier fórmula de gobierno para la Diputación de Álava. Esto se debe en gran medida a la legislatura en blanco que De Andrés culmina ahora. Y como los malos estudiantes, trata de recuperar a última hora la tensión política que no ha tenido en cuatro años. Para ello recurre a la retahíla de hacer del Gobierno Vasco -o del socorrido enemigo Bilbao- el chivo expiatorio de todos sus males, de presentarse con un discurso vacuo como defensor de los intereses provincianos de Álava -estando atado de manos por Madrid, por ejemplo en Garoña o Foronda- o de recurrir a la cantinela del caso de Miguel para intentar tapar las vergüenzas de sus diputados más dejados, entre ellos José Zurita, el malogrado Luis Viana o el blanco de los dardos de la oposición, Ruiz de Arbulo, que le está trayendo a maltraer al diputado general por sus continuos despropósitos y el abierto rechazo que genera entre las entidades locales, puestas en riesgo por su gestión. Es hasta comprensible que Javier de Andrés estuviera ayer a punto de perder los papeles. No es para menos.