más allá del barullo permanente que los grandes medios de Madrid trasladan alrededor de Podemos o de las batallas cainitas permanentes en el PSOE, los hechos judiciales siguen apuntando a una inmensa trama de corrupción alrededor del PP en buena parte de las comunidades del Estado. Con Bárcenas en la calle y amenazando con portarse mal si el PP se porta mal con él, la de ayer fue otra jornada judicial negra para el partido de Rajoy, aunque el presidente del Gobierno de España y del propio PP intente seguir mirando hacia otro lado como si nada de ello fuera con él. Los jueces, en los diversos casos de corrupción que afectan a la gestión del PP, han comenzado a exigir responsabilidades directas a los diferentes dirigentes y exdirigentes populares afectados por casos como Gürtel o Bankia. Así, para una buena parte de los directivos de la entidad financiera madrileña en el momento de su salida a Bolsa -entre ellos el exvicepresidente y exministro de Economía en los gobiernos de Aznar, Rodrigo Rato-, el juez decreta fianzas civiles solidarias por valor de 800 millones de euros. En la Comunidad Valenciana, la Fiscalía Anticorrupción ha solicitado penas de ocho años de cárcel para Ricardo Costa y Vicente Rambla, exdirigentes del PP en ese territorio, por delito electoral cometido en 2007 y 2008 y falsedad documental en tres ramas del caso Gürtel. Igualmente, el Tribunal Supremo ha abierto un proceso penal por un presunto delito de prevaricación al presidente de Melilla y del PP regional, Juan José Imbroda, pese a lo cual él exige repetir por cuarta vez como candidato en las elecciones de mayo. A todo ello se le suma la investigación en Baleares sobre la financiación del PP o la confirmación de que las obras en la sede del PP en Madrid se sufragaron con 1,7 millones de dinero negro, incluido el despacho de Rajoy. En cualquier estado democrático semejante cúmulo de consecuencias judiciales vinculadas a la corrupción política que afectan a buena parte de los dirigentes de un partido en diversos ámbitos hubiera dado lugar a la asunción de responsabilidades al más alto nivel. En España ocurre, sin embargo, que ese más alto nivel lo ocupa desde hace años el mismo presidente Rajoy, quien al mismo tiempo lleva de alto dirigente del PP casi desde los tiempos en que Aznar era un simple cabo. Seguramente, la estrategia de Rajoy de ampararse bajo el plasma televisivo tenga que ver con un intento desesperado de aparentar vivir en un mundo ajeno al de la realidad del PP y de sus responsabilidades en el PP.