el año que acabamos de cerrar ha permitido, por primera vez desde que se inició la crisis, que el número de personas activas afiliadas a la Seguridad Social haya crecido en Euskadi. El año 2014 finalizó superando los 12.000 afiliados más, después de que en 2012 la cifra interanual hubiese descendido en 36.000 personas y en 2013, en 12.499. Este buen dato se suma a otro indicador positivo como que el número de personas registradas en las oficinas de Empleo haya descendido, lo que parece significar que la actividad económica vasca ha invertido su tendencia negativa y vuelve a ser capaz de generar nuevos puestos de trabajo. Es, sin duda, una buena noticia que ojalá permita sentar las bases de un crecimiento económico sostenido y de un descenso del colectivo de personas que demandan un puesto de trabajo. Las previsiones más optimistas conocidas hasta el momento, expresadas por la patronal Confebask, hablan para este año 2015 de un crecimiento positivo del PIB y de la creación de 17.000 nuevos empleos. Este buen balance y las perspectivas positivas que se anuncian no deberían llevar, no obstante, a rebajar la preocupación por dos aspectos inquietantes que caracterizan la evolución del mercado laboral. Por un lado está el bajo ritmo previsto para la generación de empleo. Todo parece indicar que, salvo que se produzcan sorpresas imprevistas, cerraríamos 2015 con más de 130.000 personas demandando un trabajo, lo que indicaría un ritmo bajo en la creación de empleo y nos situaría en un escenario de varios años para recuperar cifras más sostenibles. Por otro lado, los datos indican que la mayor parte del nuevo empleo generado es parcial o temporal, es decir, de baja calidad. Si nada lo impide, el mercado laboral se dirige hacia la consolidación de tres tipos de trabajadores: los que todavía sufren el desempleo, los que pueden disfrutar de un contrato indefinido sujeto a los parámetros de la negociación colectiva y, una tercera clase a caballo entre las dos anteriores, que se ve obligada a estar pendiente de la duración de los contratos y de remuneraciones inciertas, normalmente inferiores. Sería una irresponsabilidad colectiva pensar que el problema es exclusivo de quienes se encuentran en la peor posición y no asumir que su solución probablemente dependerá del compromiso de todos.