toparse con la puerta blindada cerrada a cal y canto fue sintomático, y ya no eran edades para entrar por la ventana y menos por una chimenea que dejó de existir. Los robos en los trasteros de Salburua o las estadísticas por falta de ertzainas azuzadas por las gentes de bien han acentuado los miedos. Ya la cosa empezó mal en la puerta oriental de la ciudad en Gamarra, donde los policías locales dijeron que el de la barba cana podía pasar, pero que el moro y el negro a ver si no vendrían a aprovecharse, con la excusa del efecto llamada de la estrella fugaz, de nuestras ayudas sociales. Salvadas las pegas burocráticas, las autoridades hicieron pasar a la comitiva, con las carrozas llenas de VIPs dándose codazos, por la flamante Avenida, frente al florido Palacio Europa y hasta les pidieron parar en la plaza de la Virgen Blanca para que el alcalde se hiciera un selfi con ellos ante el seto green. El caso es que, después de todo el trajín -incluidas quejas de los grupos de la oposición y de las asociaciones vecinales-, en la puerta cerrada hallaron un posit diciendo que podían dejar en el felpudo los iPad y las cajitas de Samsung, así como el oro, y que el incienso y la mirra, ya si eso, lo dejaran para otro año. La magia de los Reyes de Oriente se debió perder por algún huerto de Abetxuko.