Las causas van desde la innegable codicia humana o la omnipotencia e impunidad de los partidos políticos hasta su falta de democracia interna o de controles efectivos en las instituciones. Y como nos damos por contentos con esta explicación, las recetas son más legislación y más control, modificar las leyes de Partidos Políticos o de Contratos de las Administraciones Públicas o endurecer el Código Penal.
Sin embargo, siendo necesario, ahí no está la solución mientras tengamos un sistema económico y social que ponga el lucro y la competitividad por encima de la persona y de la colaboración, que cifre el éxito en la obtención del máximo beneficio, que considere natural un salario de 800 euros al mes y la retribución de un ejecutivo en más de 3 millones al año; mientras valoremos la iniciativa privada como la única importante y consideremos lo público ineficaz o mientras se piense que eludir el IVA en la factura es lo natural. El ciudadano seguirá creyendo que el lucrarse indebidamente también es natural y que privatizar la sanidad, la educación o el suministro de agua de la ciudad también es lo natural.