El pasado sábado DNA distribuyó un suplemento que repasaba portadas rescatadas del pasado. Uf, diez años dan para mucho. Incluso para olvidar titulares, más o menos acertados, de una ciudad, Vitoria-Gasteiz, que no sabría decir si ha avanzado o retrocedido, pero sí que ha cambiado. En diez años las grúas han desaparecido del horizonte gasteiztarra, sustituidas por EREs masivos en empresas y pancartas de trabajadores en paro en la Virgen Blanca o frente al Parlamento Vasco. Las colas de los centros comerciales se han trasladado a las oficinas de Lanbide y los carros a rebosar en las cajas de los supermercados han dejado paso a estanterías llenas de comida en el Banco de Alimentos. Ni tan siquiera las cajas y bancos te regalan la ultrarrápida olla exprés cuando vas a pedir un crédito, simplemente te cuecen a fuego lento antes de quitarte las llaves y echarte a la calle si no te da para la hipoteca. Es la crisis, ésa señora de sombra alargada que nos pilló a contrapié, que ha ennegrecido nuestro futuro y borrado de un plumazo nuestro pasado más reciente. Como el de esos primeros extranjeros, inmigrantes a los que subimos a un andamio que a nosotros nos daba vértigo y a los que ahora lanzamos los ladrillos, que ya no vienen forrados de euros, para que se vayan.