el primer caso de contagio de ébola en el mundo occidental se confirmó ayer en Madrid. Una pobre enfermera que había atendido al religioso Manuel García Viejo ha caído enferma provocando un gabinete de crisis y la posterior rueda de prensa de la ministra Ana Mato a la que, por supuesto, se le preguntó si iba a producirse algún cese, destitución o dimisión por la evidente negligencia acaecida en el Hospital Carlos III. Es evidente que, de una u otra forma, el protocolo de seguridad no ha funcionado. La enfermera en cuestión no gozó de la seguridad suficiente como para librarse de un mal que ya ha acabado con decenas de miles de vidas en África. Además, la nueva afectada de ébola se ha paseado por la calle durante nueve días enteros antes de sentirse lo suficientemente mal como para acudir al hospital y nadie sabe aún si ha podido propagar la enfermedad a otras personas. Pero tranquilos, que las autoridades lo tienen todo controlado. No hace tanto tiempo, cuando empezaron a llegar las primeras noticias de los muertos en el continente negro, los presuntos expertos que siempre surgen en estos casos aseguraron que era imposible que la enfermedad llegara al primer mundo. Pero el primer contagio ha llegado y, por supuesto, tenía que ser en Madrid. ¿En qué manos estamos? Manda huevos.
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