Bien, pues mi madre ha perdido la cabeza totalmente. No sabe quién es, no reconoce a sus hijos, nunca ha conocido a sus nietos, no camina, ni habla. Sólo mira, pero no sabemos si nos mira.

Mi madre siempre miró a la muerte de cara. Visitaba enfermos a menudo, tenía un sentido religioso que la impulsaba a actos de misericordia, aunque creo que anteponía la ética a la religión, el amor a la fe ciega. Nunca le escuché hablar de la eutanasia. Posiblemente no entraba en sus parámetros mentales, vivió ausente a este discurso. Sin embargo, interpreto que hoy en día entendería la eutanasia como una solución justa para algunos casos. La cuestión es, ¿también para ella? Yo no tengo esa respuesta. Pero sí tengo claro que la solución no pasa por la endeblez, por mirar hacia otro lado, como hicieron los socialistas en el Gobierno central, y tampoco pasa por los dogmas religiosos de los populares.

Podría yo, su hijo, abrir en las redes sociales de Internet el debate sobre el derecho de mi madre a morir para buscar apoyo, adeptos, financiación para una campaña (el crowfounding tan de moda); sin embargo, creo más en el espíritu del Derecho Romano, aquel según el cual es el Estado quien debe ocuparse de las cuestiones cruciales. Y el derecho a una vida y a una muerte digna lo es.

Porque ahora mismo mi madre, como el resto de los ciudadanos del Estado español, tiene menos derecho que Frank Van den Bleeken, de 51 años y condenado a cadena perpetua por violación y asesinato, al que la justicia belga ha concedido el derecho a la eutanasia para poner fin a su angustia y al sufrimiento psicológico insoportable.

Desde luego, yo no me creo capaz de matar a nadie. Mucho menos a mi madre. La pregunta es retórica. Tampoco apoyaría que le aplicaran la eutanasia. No estoy preparado. Incluso diría que me siento muy tranquilo con mis incertidumbres. El problema radica en que apenas albergo esperanzas de que nuestros gobiernos asuman su responsabilidad y afronten el debate de la eutanasia como una manera de dignificar tanto la vida de quien rechaza esa opción como la muerte para quien la elige.