la retirada por la compañía Coca-Cola de un spot de publicidad televisiva protagonizado por el actor Gotzon Sánchez con el único motivo de que éste, según la asociación Dignidad y Justicia que lidera David Portero, sería de ideología abertzale y habría mostrado su apoyo a Herrira supone mucho más que la demostración de la endeble consideración que la multinacional tiene de la penetración social de su producto, que al parecer teme podría verse afectada. Es, sobre todo, una nueva constatación de la persecución ideológica del nacionalismo vasco que tuvo su origen en el Pacto Antiterrorista firmado por PP y PSOE en diciembre de 2001 y que aún hoy, cuando la violencia que motivó aquel pacto ha desaparecido, se extiende por determinadas asociaciones y grupos. En este caso, además, ni Portero ni Coca-Cola se han detenido a observar que señalar públicamente la ideología de un actor como parte de la valoración de su trabajo -por cuanto debido a ella se retira su spot- contraviene el artículo 16.1 de la Constitución española por el que "se garantiza la libertad ideológica (...) sin más limitación en sus manifestaciones que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley", límites que la actividad profesional y personal de Go-tzon Sánchez no ha excedido. Se trata, en realidad, de un mal revival español del macarthysmo que en la década de los años 50 impulsó en Estados Unidos la persecución de intelectuales bajo la presunción de supuestas simpatías comunistas, una caza de brujas que, entre otras consecuencias, produjo la Lista negra de Hollywood por la que las grandes compañías cinematográficas dejaron de contratar a determinados directores, actores y guionistas. Es posiblemente ese apartheid profesional lo que pretenden David Portero y su asociación ultra, además de cierta dosis de protagonismo, con el falso pretexto de la siempre necesaria protección de las víctimas del terrorismo. Pero no puede sino sorprender que Coca-Cola haya cedido a semejante ejercicio de presión y a la indignidad de condicionar todos los aspectos de la vida social a la censura ideológica. Especialmente si se conocen los antecedentes familiares de su presidente español, Marcos de Quinto, hijo de un director teatral y una actriz, y el matiz progresista que siempre ha pretendido mostrar.