la petición realizada el miércoles por Vladimir Putin para aplazar el referéndum que los rebeldes prorrusos de las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk preven celebrar mañana tras desoír a quien considerarían su presidente se puede definir ya como un simple movimiento táctico que está lejos de ser la reconsideración de la postura de fuerza que Moscú ha adoptado en la crisis de Ucrania. La visita relámpago del mandatario ruso a Crimea para participar en una marcha militar por el Día de la Víctoria contra el nazismo así lo atestigua. Rusia parece utilizar la rebelión de la autodenominada Novorossia (Nueva Rusia) que forman las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jarkov, Odessa y Nikolayev para consolidar en el tiempo -y en la atribulada conciencia internacional- la apropiación de la estratégica península que separa el Mar de Azov y el Mar Negro. Sin embargo, ello no quiere decir que Putin se conforme con Crimea -aunque lo haría en último caso- sino que simplemente su afán expansionista -o, si se quiere, su intención de contar con un cinturón de países que proteja a Rusia del expansionismo económico de la UE- se retiene por mera prudencia ante las reacciones que suscita. No de EEUU, que difícilmente pasaría de las sanciones económicas a la respuesta militar en un paisaje tan alejado de sus verdaderos intereses geoestratégicos, mucho menos con la administración Obama preparando las maletas. Y tampoco de la UE, anonadada en lo diplomático y temerosa del carácter cuasibélico que ha adquirido el conflicto. Pero sí de las consecuencias que podría tener una reacción menos medida de la que hasta ahora ha llevado a cabo Kiev -pese a las decenas de muertos de ayer en Donetsk- y el consiguiente juego de respuestas y apoyos, que incluyen a la OTAN, e implicarían especialmente a Alemania. Las palabras del todavía secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, quien ayer advirtió de la firmeza del artículo 5 del Tratado de Washington que alude a la intervención de la Alianza en caso de agresión a uno de sus Estados miembros, no son en ese sentido despreciables. Así, a expensas de la participación y resultados del referéndum de mañana y hasta las elecciones del día 25 -en las que se votará el nuevo modelo de Estado- Putin no variará su peligroso juego de equilibrios sobre Ucrania.