arrancó anoche la campaña de las elecciones al Parlamento de Estrasburgo en un clima de cierta apatía en el debate político -en gran parte favorecido por el creciente desapego de los ciudadanos hacia las instituciones, especialmente las europeas- y en un contexto de acusada crisis económica en toda la zona euro. Sin embargo, el debate soterrado que subyace en esta campaña y lo que está en juego en estas elecciones no es en absoluto un asunto baladí. Y es que la Unión Europea se encuentra en estos momentos en una doble encrucijada con sendos pulsos. Uno acerca de su modelo institucional, que se libra entre el juego de intereses de unos pocos grandes Estados que controlan el Consejo Europeo frente a una articulación encaminada hacia una unidad política federal de eurorregiones, y otro sobre el modelo socioeconómico de gestión de la salida de la crisis, entre la dictadura de la austeridad y el sacrificio de la economía social en el altar de los grandes poderes financieros frente a las políticas de reactivación, cohesión social y fortalecimiento del Estado de Bienestar. Las dos grandes corrientes ideológicas de conservadores -mayoritarios de esta última legislatura- y socialistas representan el actual statu quo de la UE -encarnado por sus candidatos a presidir la Comisión Europea Jean Claude Junker y Martin Schutz, respectivamente- para apuntalar el poder de los Estados y las políticas neoliberales en una suerte de gran coalición a la alemana. Los primeros, por inspiración de las políticas llevadas a cabo por los gobiernos conservadores alemán o británico y los socialistas, por su falta de referentes ideológicos para construir una alternativa más allá de dar un barniz social como socios de la derecha europea. Como reacción a este establishment, en estas elecciones amenazan con emerger con fuerza diversos grupos euroescépticos, populistas o ultraderechistas que se pueden beneficiar del voto de castigo en sus respectivos Estados por la gestión de la crisis que han hecho sus gobiernos. Pero quizás la construcción de Europa merezca explorar otras vías alrededor de una Unión distinta, más allá de las viejas estructuras estatales, más cercana a los ciudadanos y regiones y heredera de la mejor tradición del europeísmo social. Y estas elecciones europeas pueden ser una buena palanca para imprimir un cambio desde la Cámara de Estrasburgo.