HOY va una de datos. En Estados Unidos, el 1% más rico de la población se ha beneficiado del 95% del crecimiento posterior a la crisis financiera. En Europa, los ingresos de las 10 personas más adineradas superan en 17.000 millones de euros los 200.000 millones de las medidas de estímulo aplicadas en la UE entre 2008 y 2010. Si les apetece profundizar, busquen el informe publicado por Oxfam Intermón al hilo de la celebración del Foro Económico de Davos, bajo el contundente título Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad económica. Por simplificar un poco, pero también por hablar claro, esto significaría que aquellos que nos embarcaron -cierto que quizá no nos resistimos demasiado- en esta descomunal crisis financiera-económico-social, los de las hipotecas subprime, los fondos de riesgo, los especuladores de la deuda pública, los adalides del austericidio, del recorte público y del hachazo a los derechos sociales; todos ésos serían los que se han forrado -más aún- en estos últimos años. Todo ello, sí, en nombre de la responsabilidad y el sacrificio. No hay nada casual en esta crisis, ni su origen ni su devenir. Al principio y al final, probablemente ha sido una magnífica -por su eficacia- y sibilina contrarrevolución. De ahí que 85 individuos acumulen tanta riqueza como la mitad más pobre de la población del planeta, es decir, como 3.570 millones de seres humanos; un desequilibrio -por ser suaves, hay agujeros negros con dimensiones más cuantificables- que seguirá creciendo porque, al final, como dijo aquél, el fútbol es un juego de once contra once en el que siempre gana Alemania.
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