SI hay algo que, durante el invierno, tiene tanta importancia como la alimentación es la capacidad de mantener el cuerpo a una temperatura que no provoque sufrimiento. Cuando una persona percibe que el sueldo no le llega a final de mes y se da cuenta de que no puede pagar la factura del gas o de la electricidad, tiene un problema. Sus ingresos son insuficientes, o eran muy escasos hasta este momento, pero si aumenta el precio de la energía no podrá pagar la factura. Cuando una parte excesiva de los ingresos -más de un 10%- se dedica a la satisfacción de las necesidades domésticas energéticas, la pobreza está llamando a la puerta o, más bien, no quiere salir de casa.

Y es que, si me lo tengo que pensar a la hora de preparar la comida, probablemente los alimentos que utilice tampoco serán ricos en proteínas y tengo pocas probabilidades de comer en condiciones, no sólo porque no puedo gastar el combustible. Pero cuando puedo alimentarme en condiciones, no quiero darme cuenta de que es un lujo disponer de 21 grados en la sala de estar de la vivienda y 18 en el resto de estancias. Sin embargo, hay muchas familias excluidas de este privilegio.

Hay situaciones en las que el invierno es muy duro y las personas lo sufren todos los años porque hay desigualdades. Siempre lo pasan mal los mismos. ¿Cómo vamos a realizar un estudio de eficiencia energética para que en el régimen térmico de una infravivienda, cuna de la debilidad, se llegue al objetivo mencionado? Y es que a veces a cualquier cosa se le puede aplicar el calificativo de vivienda.

Suele coincidir que quien tiene una renta familiar baja habita una vivienda de eficiencia energética escasa y se trata de la familia que más nota la subida de los precios de la energía. Los hogares más vulnerables son los que más problemas tienen para utilizar los electrodomésticos, la calefacción o el agua caliente. Pero las personas que disponemos de todos estos medios, aunque en ocasiones nos perjudique la subida de la electricidad, porque en realidad se reduce nuestra capacidad adquisitiva, estamos muy distantes de tomar el pulso a la importancia del problema. Quien más quien menos, ha desarrollado labores de casa o ha estudiado con una manta sobre los hombros para protegerse del frío porque las condiciones de la vivienda no eran las más adecuadas. Muchas personas hemos dado esos tiempos por superados, pero eso no es así, pues dice el INE que el año pasado 90.000 vascos no pudieron encender la calefacción de su vivienda a causa de sus problemas económicos.

Son maravillosos los estudios que se realizan para afrontar este problema, sobre todo cuando se habla de erradicar las causas y reducir los impactos de esta situación. Generalmente se buscan, aun con acierto, medidas técnicas, pero terminaremos diciendo que tiene que haber medidas políticas y públicas encaminadas a hacer frente a esta problemática, no sólo porque también la energía tiene precios políticos y mantiene una relación con los impuestos, sino porque implica una determinada orientación de la política.

Hay personas que incluso conservando su trabajo tienen problemas para pagar la factura de la energía a fin de mes. Se acaba de congelar el salario mínimo interprofesional y con tanto salario a la baja y tanto desempleo es clara la relación entre la pobreza energética, la injusticia en el mercado controlado por las grandes compañías, los salarios basura y el desempleo.

Podemos aplicar normativas de desconexión que protejan a las familias más vulnerables, pero se trata de algo complejo si se acumulan deudas. En realidad, la justicia social debe significar que nadie deba pagar un 10% o más de sus ingresos por el consumo de energía ¿Tarifa social para clientes más vulnerables? Dice el ministro de Industria y Energía, José Manuel Soria, que eso es como si cojo los productos en un supermercado a mitad de precio y el resto lo tienen que pagar los demás clientes, pero es que el Estado y las grandes compañías intervienen en ese proceso y detraen de allí ganancias e impuestos.

Aun así, sigo pensando en lo que decía mi padre. A él no le gustaba pagar el autobús con la tarjeta de jubilado, decía que lo que se necesita es una mejor pensión. Nuestra receta energética debe significar empleo y salarios justos, lo demás está muy bien, pero nos recuerda que siempre han existido los parches.