EL inusual comunicado del denominado Colectivo de Presos y Presas Políticos Vascos (EPPK) es un paso relevante. Lo es tanto por lo que dice de forma expresa -en algunos aspectos de forma muy clara y en otras, con un lenguaje alambicado- como por lo que significa de "compromiso" por parte de los reclusos de ETA por abordar lo que supone un cambio estratégico en toda regla con respecto a la política y a la actitud mantenidas hasta ahora por el colectivo. Un avance que conviene contextualizar para entender cabalmente la dimensión del paso anunciado por los presos y que, por una parte, debe ser tenido en cuenta y, por otra, debe concretarse aún mucho y materializarse en tiempo y forma, con todo lo que ello requiere. Tres hechos, de distinto signo, han empujado y contribuido de forma decisiva a este novedoso pronunciamiento. En primer lugar, la absoluta inacción del Gobierno español pese al final de la violencia decretado por ETA, que ha obligado a los presos a dar un nuevo paso de forma unilateral, lo que ya es subrayable. En segundo lugar, el comunicado es una respuesta, punto por punto, al emplazamiento directo realizado por el Foro Social en febrero para desbloquear el proceso, lo que ha generado un intenso debate en las cárceles. Y, como tercer hito, la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo sobre la doctrina Parot y su aplicación automática por parte de los jueces ha abierto una nueva dimensión en la perspectiva de los presos, obligados a moverse también ante la actitud exigente de la sociedad vasca y de las fuerzas políticas. En definitiva, y de forma positiva, el EPPK, aunque a regañadientes a la vista de la tardanza del comunicado -nueve meses- y de forma parcial, reconoce el daño causado (obvio), asume que los presos deben someterse a la legalidad penitenciaria vigente, lo que supone acatar sus condenas, y renuncia a la lucha armada, aunque sin una autocrítica ética mínima. Un paso significativo que debe reactivar el proceso de paz, para lo que se necesitan más pasos. Primero, de los propios reclusos, cumpliendo su palabra y realizando peticiones individualizadas para acogerse a beneficios penitenciarios. También de ETA, de la que aún se espera su desarme y disolución. Pero también del Gobierno español, que no puede dejar pasar esta oportunidad histórica. Es la hora de avanzar. La hora de la política con mayúsculas.