POR fin ha aclarado el PNV en qué consistía su maravillosa propuesta para disolver de forma ordenada Ensanche 21: se cierra dicha sociedad urbanística y se abre otra al día siguiente, llamémosla Ensanche 22. ¿Para eso tanto ruido mediático y tanta inseguridad causada a los afectados por los realojos de Olarizu y a los propios trabajadores de Ensanche 21? ¿Para proponer un simple cambio de nombre?
Explica el consejero Gorka Urtaran que la nueva sociedad va a ser diferente a Ensanche 21. Que se va a dedicar a la regeneración urbana, no a la gestión. Pero el acuerdo firmado por el PNV y el alcalde Javier Maroto el pasado 18 de diciembre (disponible en la página web municipal) no parece indicar lo mismo. Dice que "la nueva sociedad resultante cesará en su actividad urbanizadora una vez se liquiden las juntas de concertación". Sin embargo, uno de los fines de toda junta de concertación es proceder a la ejecución de las obras de urbanización y promover la ejecución de las edificaciones proyectadas en la propia unidad de ejecución. Por eso, es fácil imaginarse cuánto de brindis al sol tienen tanto la fecha anunciada para la disolución de Ensanche 21 como la supuesta diferencia con Ensanche 22.
Y es que también dice el acuerdo entre PP y PNV que "las parcelas procedentes de la denominada redensificación asignadas al grupo Ayuntamiento (sic) se registrarán a nombre del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz o Ensanche XXI según las necesidades públicas". O lo que es lo mismo: no saben qué hacer con los 700.000 metros cuadrados de vivienda y 80.000 metros de locales que permitieron crear de la nada tras una innecesaria redensificación. Esas edificabilidades son sólo las que corresponden a Ensanche 21 (la redensificación es bastante mayor), pero no resulta nada descabellado pensar que, de disolverse esta sociedad, acabarán en manos de la nueva Ensanche 22.
Todas estas dudas evidencian que no ha sido ni coherente ni planificada la propagandística exigencia de disolución de una sociedad, para proponer y pactar, 15 días después, la creación de otra. Es cierto que hay que disolver Ensanche 21, como ha mantenido EH Bildu desde el comienzo (incluso en su programa electoral y, por tanto, mucho antes que el PNV, dicho sea de paso), porque, como toda sociedad urbanística, ha sido y es amiga de cierta opacidad y prisa, aunque otros lo llaman buena gestión. Y es que lo que la ciudad de Gasteiz necesita ahora mismo es precisamente lo contrario: transparencia y sosiego, especialmente en lo que respecta a su desarrollo urbanístico.
Y una última cuestión referente a otro contenido del mencionado pacto entre PP y PNV es todo aquello relacionado con el valor de la propia sociedad pública. Curiosamente, el este acuerdo exige ahora la contratación de una empresa externa que tase todas las propiedades de la sociedad urbanística. La decisión no sólo supondrá un gasto para las arcas públicas, sino que, además, contraviene una decisión adoptada el pasado mes de septiembre en el propio Consejo de Administración de Ensanche 21, en el que se decidió que esa tasación fuera realizada por los propios técnicos del Ayuntamiento. Por lo tanto, si ahora se confía en que los técnicos municipales sean capaces de gestionar toda la ejecución del planeamiento urbanístico pendiente que hasta ahora era competencia de Ensanche 21, ¿por qué se duda tanto sobre su capacidad para tasar los activos de la sociedad?