HOY, 3 de diciembre, se celebrará como todos los años el Día Internacional del Euskera, y será una oportunidad que muchas instituciones, empresas y asociaciones aprovecharán para dedicar por un día una atención especial al proceso de normalización que la lengua vasca ha tenido en nuestra sociedad de la mano de quienes la conocen y de quienes la han adoptado como propia, con el esfuerzo meritorio de haberla aprendido, y la usan en su vida personal y profesional. Será un momento adecuado para reconocer cuanto de positivo ha sucedido en ese proceso de recuperación de hablantes, funciones y territorios, que se inició en plena dictadura con la creación de las primeras ikastolas y euskaltegis y que desde los ochenta cuenta con el impulso de las instituciones públicas -cierto que más de unas que de otras, y hoy precisamente el Ayuntamiento de Gasteiz y la Diputación alavesa no pueden presumir de ello-. Y servirá también para subrayar todo aquello que aún falta para que también el euskera logre el estatus que algunas lenguas vivas que en el mundo existen han alcanzado. Ese estadio dependerá, en primer lugar, del reconocimiento jurídico y administrativo que debe asegurar el derecho a su conocimiento y a su uso en todos los ámbitos de la vida. Este amparo legal, con el que la lengua vasca cuenta en la CAV, es fundamental. Y su ausencia es un grave escollo como se puede comprobar en Navarra o Iparralde, donde no se ha logrado aún su reconocimiento como lengua oficial, por lo que su desarrollo se encuentra condicionado y limitado. Otro factor decisivo será el de su uso. El enorme esfuerzo que se ha realizado en nuestra sociedad para extender el conocimiento del euskera, sobre todo a través del sistema educativo, debe verse reflejado en un aumento de su uso, para lo que habrá que desarrollar las políticas lingüísticas precisas. Pero el futuro del euskera dependerá, sobre todo, de que quienes conocemos y usamos nuestra lengua la mantengamos como una lengua viva, para la vida, en la que sea posible transmitir contenidos y sentimientos, que sirva lo mismo para trabajar que para divertirse, para relacionarse o enfadarse, para amar o para jugar. El euskera es la lengua de varios cientos de miles de personas. Vive allí donde moran sus hablantes y existirá en todos los ámbitos en los que sus hablantes quieran usarla.