CREO que he escrito tantas veces aquí sobre el retorno de José María Aznar a la primera línea de fuego de la política que bien podría significar que estamos en Matrix y esto es un eterno reinicio. El señor Aznar, reconozcámoslo, va camino de hacer trizas la teoría del jarrón chino que persigue a los expresidentes españoles: él no es un incómodo y valioso objeto decorativo y puede acabar convertido en auténtico líder quintacolumnista frente a aquél a quien encumbró. Leía este fin de semana una entrevista concedida a un semanario, para hacerse promoción de su nuevo capítulo de memorias, con el revelador título de: "Si quisiera desafiar a alguien, lo haría. Si quisiera volver, volvería". He masticado estas palabras durante unos días, con la inevitable sensación de que son una oferta que no se puede rechazar porque despiertas con la cabeza ensagrentada del adorable Jartum entre tus sábanas, un no me toques las palmas que me conozco y acabaré queriendo que, en realidad, parece querer decir alégrame el día que lo estoy deseando. Y en éstas ando cuando leo un teletipo con estas declaraciones de Patxi López: "Si tengo apoyos y se me dice que soy necesario, no me pondré de perfil". Sospecho, solo sospecho, que se puede traducir por algo así como estoy loco por la música pero pedídmelo antes, que daré la cara si tengo garantías suficientes de que no me la vais a partir, eso sí, por responsabilidad. Lo que me lleva a concluir que, admitiendo mi mala leche y desconfianza, los políticos quizá deberían venir con traductor.
- Multimedia
- Servicios
- Participación