arrancó ayer el juicio por el sumario 35/02, también conocido como la causa de las herriko tabernas. Esta frase inicial contiene los elementos que convierten al proceso contra 36 miembros más o menos representativos de la actividad política de la izquierda abertzale en una acción extemporánea, inoportuna y estéril. El número que cierra la referencia del sumario -el 02- identifica el año de apertura y once años después resulta extemporáneo. Lo es el hecho de que un sumario macere durante más de una década hasta el señalamiento del juicio. La administración de Justicia exige un procedimiento garantista con el acusado y la víctima del presunto delito, pero ni unos ni otras ven satisfechos sus derechos con una dilación de once años. Por otro lado, el nombre coloquial del caso de las herriko tabernas habla también de la vieja formulación del todo es ETA que hizo fortuna a manos del instructor Baltasar Garzón durante el Gobierno de José María Aznar. Esto hace al proceso inoportuno no sólo porque el propio juez bruñidor de la tesis hoy reniegue de ella, sino porque el Tribunal Constitucional la desmontó definitivamente en junio del año pasado cuando legalizó a Sortu, cuyas esencias ideológicas beben de la tradición política de Batasuna de modo natural y legítimo, se comparta o no. Y es inoportuno también en relación al momento político actual, muy diferente a aquél en el que la estrategia violenta de ETA y su pulso con el Estado generó un coste severo a la propia izquierda abertzale, atrapada en esa pinza por su propia sumisión. Hoy no cabe judicializar de nuevo la política, lo que nos lleva al tercer punto de que el proceso es estéril. No aporta a la causa de la Justicia porque su planteamiento vuelve a eludir el fundamento del proceso penal, la identificación de responsabilidad individualizada. El totum revolutum es tan absurdo que ha sentado por unos minutos en el banquillo a una organización de ayuda a las prostitutas por una coincidencia de nombres -lo que mide el rigor del sumario- o provoca la protesta de la AVT porque no se juzga a Arnaldo Otegi dos veces por pertenencia a ETA. Ésta, a su vez, tiene la baza clave para acabar con los despropósitos, pues nadie puede ser juzgado por pertenecer a una organización si no existe.