ha muerto Paquita, una mujer respetada por todos en Abetxuko y más allá. Se va la voz de los vecinos del barrio, un personaje que aunaba mesura y firmeza a la hora de negociar y que atesoraba el poder de cambiar las cosas, sencillamente porque a lo largo de varias décadas nunca intentó medrar en beneficio propio. Y esa honradez le otorgaba una fuerza descomunal, era imposible doblegarla, salvo mediante el razonamiento, que también tenía mucho. Valenciana de nacimiento pero tan vitoriana -bueno, de Abetxuko- o más que cualquiera, como tantos otros en esta ciudad. No era VTV -qué ñoñez- aunque ha trabajado más y durante más tiempo que cualquiera por sus vecinos. En realidad era una digna representante de todos aquellos que vinieron y vienen desde fuera para contribuir a que Vitoria complete su transformación de pueblo en ciudad. Los diversos alcaldes con los que lidió sabían que tenían que llegar a acuerdos con ella antes de poner un pie en el apartado barrio vitoriano. Eran conscientes de que cualquier actuación municipal debía contar con el beneplácito de Paquita o, al menos, con su consentimiento. Su última batalla fue la llegada del tranvía a Abetxuko, que no le atraía nada pero que al final aceptó después, eso sí, de incluir múltiples matizaciones en el modo y forma de conectar el barrio con el centro. Fíjense si era buena gente que los periodistas llevamos 30 años escribiendo mal su apellido y no nos hemos enterado hasta la hora de su muerte. Sambartolomé y no San Bartolomé. Nunca nos corrigió. Pues que conste, aunque sea tarde.