amparándose en la dependencia energética, determinadas instituciones -en su día con el lehendakari Patxi López a la cabeza- parecen empeñadas en hacernos ver las bondades del sistema de extracción de gas no convencional mediante fractura hidráulica (fracking). La técnica consiste en extraer gas de la roca madre, normalmente pizarra de muy baja porosidad y a gran profundidad (entre los 400 y los 5.000 metros), mediante la inyección a fuerte presión de grandes cantidades de agua acompañadas de arena y otros productos químicos necesarios para el proceso, en perforaciones primero verticales para llegar a la roca madre y posteriormente horizontales. La técnica implica también el uso de explosivos para fracturar la roca.

Esta técnica es menos rentable que yacimientos convencionales debido a las grandes inversiones económicas que conlleva. Y contemplando el coste medioambiental, no es rentable en absoluto. Se exigen infraestructuras y carreteras para el transporte del gas que aumenta la inversión donde no existan.

Sólo EEUU explota el fracking de forma masiva y debido a las enormes inversiones necesarias frente al precio final del gas, diversos expertos se replantean la rentabilidad. Un replanteamiento que se está realizando con infinidad de plataformas y pozos ya abiertos y habiendo generado ya un enorme impacto ambiental.

El fracking tiene graves consecuencias en el medio ambiente, siendo la más preocupante la contaminación del agua. Los acuíferos subterráneos pueden resultar contaminados por los productos químicos, se añaden al agua a presión y su objetivo es hacer el proceso más eficiente. Entre estos productos hay más de 500 sustancias, la mayoría con propiedades altamente contaminantes e incluso algunas cancerígenas y mutágenas. El fluido de retorno también puede hacer aflorar a la superficie sustancias muy peligrosas de las propias capas de pizarra, como mercurio o plomo. Las aguas de superficie se pueden ver afectadas por derrames y filtraciones de los fluidos de fractura, tanto durante su transporte como su almacenamiento. En este sentido, la Universidad de Manchester apunta en un informe un considerable número de casos en EEUU en los que esto se habría podido producir.

Hay otros efectos no menos importantes como las excesivas emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente metano y CO2 derivados de la evaporación de los gases, de la maquinaria de perforación y del tráfico de camiones. Otros efectos adversos son el excesivo consumo de agua necesaria, que puede llegar incluso a perjudicar los suministros locales, la difícil gestión de los residuos generados o la posibilidad de aparición de terremotos asociados a la técnica, entre otros.

Todos estos peligros han llevado a varios países a prohibir el fracking -como en Francia- o al menos a instaurar una moratoria. Mientras tanto, en Euskadi y en otros puntos del Estado se han concedido varios permisos de investigación, cuyos promotores son fundamentalmente compañías extranjeras. Apelando al principio de precaución y viendo la experiencia en otros países, CCOO pide a las instituciones vascas la prohibición del fracking en la medida de sus competencias.

Más que crisis por dependencia energética, padecemos una crisis del actual modelo y no podemos seguir apostando por los combustibles fósiles. A medio plazo, la mejor vacuna para no necesitar del fracking es la transformación hacia un modelo en el que el consumo de energía sea razonable y ésta sea producida a través de fuentes renovables y respetuosas con el medio ambiente. Y el fracking ralentiza la transformación hacia un modelo energético más limpio y menos perjudicial.