parece que hay acuerdo en que Luis Bárcenas era un chorizo. Un chorizo con todas las de la ley, con sus cuentas en Suiza, sus restaurantes de lujo en París, sus abrigos de marca y hasta sus peinetas de chulo y todo. Vale, pero no creo que fuera lo más relevante. Parece también que Génova era como La casa de Tócame Roque, donde se repartían bajo manga suculentos sobresueldos a tutiplén. Pero tampoco pienso que sea ése el meollo, por muy cutre que resulte para el PP. Parece que Mariano Rajoy no sabe cómo salir de ésta, pues la táctica de los monos que no ven, no oyen o no hablan ya no cuela después de tanto renuncio. Pero aun con todo, el marrón político del presidente sigue sin parecerme lo fundamental. En el ojo de este huracán de esta historia están las espléndidas dádivas en metálico que importantes empresas entregaban a la caja del PP. Y para los efectos, casi da igual que fuera en dinero blanco o negro. La pregunta clave -como muchas veces- es ¿por qué? ¿Los pagos se hacían con contrapartidas? Y aun no siendo así, ¿los remitentes se corresponden con el top de las principales adjudicatarias de proyectos públicos en gobiernos del PP o no? ¿Y este invento funcionará en similares términos con otros partidos? ¿Por qué los dardos de Alfredo Pérez Rubalcaba apuntan a los papeles de Bárcenas, a las miserias de la caja B del PP o a los embustes de Rajoy y no a ese entramado? ¿O no es sólo cosa de Bárcenas? ¿O no es sólo cuestión de los gobiernos del PP? Al final va a resultar que el pobre Bárcenas no sea sino el cabeza de turco de todos, populares o no.
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