el gasto medio por hogar se ha retraído considerablemente, hasta retroceder a los niveles de hace seis años, mientras servicios básicos como la electricidad, el agua, el gas o el resto de combustibles se ha encarecido en su conjunto en un 25% durante este período, según los datos que publica hoy DNA. Muchas veces las cifras estadísticas suelen resultar frías o incluso engañosas a la hora de reflejar una realidad social, pero en este caso el análisis del Eustat que desgrana este diario denota, más allá de los porcentajes, una significativa tendencia en las familias vascas. Las clases media y baja han visto mermar notablemente su capacidad de consumo, acosadas por la losa de la deuda de sus viviendas -a la que dedican de promedio un tercio de sus ingresos- y el encarecimiento de las facturas del hogar. La crisis global arrastra factores macro como la presión de la deuda y el déficit público, la caída de la recaudación fiscal y el freno a la inversión en las administraciones o los agujeros especulativos del sistema financiero que los gobiernos europeos están haciendo pagar a la economía real. Pero el auténtico drama se vive en el plano concreto y en factores tan palpables como la progresiva bajada de salarios en las nóminas de los trabajadores por cuenta ajena, el estrangulamiento a la pequeña empresa y a los autónomos, la subida de impuestos indirectos como el IVA -el que más castiga a las economías familiares- o, en la cara más dolorosa de la crisis, la sangría del desempleo. A todo ello se suma el incesante incremento de las facturas domésticas, de manera especial el recibo de la luz, que este mes de agosto ha experimentado una nueva subida, a pesar de los amplios márgenes de beneficio que el Gobierno permite a las empresas eléctricas a cuenta de un farragoso cálculo del déficit tarifario. En este contexto, la contracción del consumo doméstico -precisamente una de las causas que perpetúa la crisis- ha alcanzado niveles sin precedentes, desde el textil o el calzado hasta la cultura. Estas cifras revelan hasta qué punto las familias están siendo las paganas de la crisis. Y a pesar de ello, las políticas de los gobiernos europeos siguen dando la espalda a esta realidad, obsesionadas con las amortizaciones de las deudas públicas y privadas que les impone la tiranía de los mercados financieros.