dicen las fuentes oficiales del PSE que Patxi López "ni aspira ni deja de aspirar" a la lucha interna por el poder en el PSOE ante una eventual sucesión de Alfredo Pérez Rubalcaba. Y es que, en realidad, desde que saliera de Ajuria Enea por la puerta de atrás roto su idilio con el PP, el líder de los socialistas vascos lleva diez meses dando tumbos entre Euskadi y Madrid en busca de su sitio, pero sin saber a ciencia cierta si va o viene. En las negociaciones que el PSE ha abierto con el PNV sobre la reforma fiscal, las bases presupuestarias del próximo ejercicio o cuestiones de calado como el autogobierno o la pacificación, López ha estado sentado en su escaño de Vitoria pero con la cabeza puesta en Madrid. De hecho, se ha mostrado especialmente activo moviéndose por toda la geografía española y sólo en lo que va de año ha protagonizado ya una docena de actos públicos promocionales en distintas comunidades, como publica hoy DNA. Pero en su labor para meter codos en la jaula de grillos del PSOE -compitiendo en este tanteo con su compañero Eduardo Madina-, el secretario general del PSE no ha pisado todavía Cataluña ni Andalucía, las federaciones más fuertes del partido y precisamente donde su figura sería más débil. Y no es la única carencia del líder vasco. Después del serio varapalo electoral que obtuvo en los comicios vascos de octubre y tras cerrar en falso el congreso del PSE en febrero, en el que después de hacer votos por renovar "un viejo partido que se nos ha quedado viejo" -en sus propias palabras- no hubo ningún debate y mantuvo el mismo ramillete de nombres en el aparato de Rodolfo Ares-, no parece que la estrella de López esté rutilante, aparte de que en muchos círculos de Ferraz tampoco se han tomado nunca demasiado en serio sus aspiraciones. Y es que quizás López únicamente esté buscando un acomodo en el círculo de dirigentes que vaya a rodear al líder llamado a competir con Mariano Rajoy. Batallas internas aparte, el socialismo vasco tiene pendiente abordar un proceso de reflexión para reencontrar sus señas de identidad, redefinir su papel en la política vasca y reconciliarse con su base social, pero las dudas personales de su secretario general parecen ejercer un efecto paralizante, pues "ni aspira ni dejar de aspirar".