algunos quieren hacernos ver a un presidente del Gobierno sometido al chantaje de un presunto delincuente, pero la realidad y la verdad parece que van por un camino diferente. Bárcenas ha sido el tesorero del Partido Popular y cobraba una nómina por ello. Lo cual parece indicar que sus actuaciones de presunto delincuente estaban encaminadas por un presunto delincuente mayor, es decir, por aquél que le pagaba: el máximo órgano de gobierno del PP con su presidente a la cabeza.
Cabe pensar que Bárcenas se ha ido apropiando de dinero del PP. Pero la presunta financiación ilegal y delictiva a gran escala, como apunta el sumario judicial, la trama Gürtel al completo, o el cobro de sobresueldos, no son cosas que el tesorero pudiese hacer solo y a espaldas de sus compañeros de partido durante tantos lustros. Ahora empiezan a aparecer pruebas y nombres, papeles originales y archivos informáticos que refuerzan en la opinión pública el discurso de que todo el Partido Popular no podía ser ajeno, sino mandante, o al menos cómplice necesario de las actuaciones de su tesorero. Basta recordar que los anteriores responsables de las finanzas populares ya prometían en estos temas: desde Manuel Fraga y hasta el actual presidente del PP, Mariano Rajoy, todos los tesoreros encargados de los dineros del partido han sido imputados por casos de corrupción. En alguno de los casos, por defecto de forma se logró el sobreseimiento del caso. Esto quiere decir que los hechos juzgados fueron reales, ocurrieron, se dieron ilícitos penales gravísimos que no derivaron en pena. Y ahora tiene toda la pinta de ser algo más gordo, corregido y aumentado en el tiempo y las cantidades millonarias.
La paradoja es que el principal sostén de Mariano Rajoy es el parlamento donde tiene mayoría absoluta, pero él, con sus prácticas, lo evita. Felipe González se hundió políticamente con el GAL, Aznar naufragó en su intento de eternizar su imagen de estadista con lo que afirmó del atentado terrorista en los trenes de Atocha, así como por su postura ante la invasión de Irak. Mariano Rajoy, por su parte, está afanado con pico y pala en agujerearse su propia tumba política huyendo de Luis Bárcenas aunque en realidad, huye de sus responsabilidades políticas mientras confía en su silencio para esquivar las penales.
A su alrededor, la sociedad está en vilo entre estupefacta e indignada, viendo como hasta las últimas elecciones pudieron estar viciadas por la financiación ilegal del PP. Espera a lo que vayan aportando las revelaciones periodísticas, la investigación judicial y la capacidad de embestida que tenga la oposición parlamentaria. Mientras tanto, sobrevuelan más recortes y la opinión europea y mundial asiste incrédula al culebrón del caso PP. En cuanto a la propuesta de moción de censura ante la hipocresía desvergonzada del Partido Popular, parece un signo claro de una tragedia que a veces toma forma de sainete. Por si fuera poco todo lo anterior, conocemos la militancia en el PP nada menos que del presidente del Tribunal Constitucional. Y que la marea negra parece que ha llegado hasta el PP vasco.
A la vista de los antecedentes de otros presuntos delincuentes políticos que negaban y niegan la mayor sin que pase nada, no vemos el camino para salir de tanto asombro. Así es como estamos, a la espera de que acabe de una vez tanta farsa.