Si esto fuera un país normal -cuando digo esto me refiero al jodido barrio conflictivo que sufrimos, uno, grande y libre y tal-, que un integrante del Tribunal Constitucional hubiera sido militante en un partido político sería motivo de oprobio para el aludido y causa de fulminante dimisión. Por centrar el asunto, el Constitucional es el supuesto intérprete supremo de la Constitución y, pásmense, "es independiente de los demás órganos constitucionales"; que no lo digo yo, que lo dice la Ley Orgánica del ídem. Si esto fuera un país normal. Y resulta que le han pillado al señor Pérez de los Cobos, a la sazón presidente del Constitucional, con el carrito del helado de su militancia en el PP. Hay quienes nos adoban con la controversia sobre si la ley permite o no a los jueces pertenecer a un partido, cuando el asunto es otro, me parece. Pérez de los Cobos se atrinchera apoyado por paladines de dudosa ayuda como González Pons, a quien no se le ocurrió mejor argumento para desactivar el asunto que decir que "a este ritmo va a ser punible haber votado al PP", en un clásico churras y merinas que el ciudadano es bobo y no se da cuenta. Pero el tema es que el árbitro de este partido es o ha sido socio de uno de los equipos y la justicia, en democracia, está bien que además de ser independiente -ejem- lo parezca. Igualico que la mujer del césar, ya saben. Pérez de los Cobos sigue en su puesto, cómo no. Pero que se prepare para la avalancha de recursos que su aparente parcialidad va a motivar. Todo muy normal.