CONFIESO mi inquietud. El calendario llevaba ya días diciendo que era verano y, como el tiempo, esas noticias veraniegas que nos alegran el cuerpo, como La Barbacoa de Georgie Dann o el tinto con gaseosa -no se me pongan estupendos, que todos hemos tenido un momento de debilidad-, parecían resistirse a llegar a nuestras vidas. Pero, queridos lectores, como el tímido sol en este Mordor del norte, como esa canción del verano que comienza a martillear en marzo, como esa primera sandalia aguerrida que holla un charco en mayo... ya llegó el verano, ya llegó la fruta... A la espera de esos desternillantes estudios sobre las más variopintas y trascendentales cuestiones, va una de sucesos chuscos. En Wisconsin. Porque hay cosas que parece que sólo pueden suceder en lugares con nombres como Wisconsin. Nuestro protagonista, el agente de policía Gerard Streator. Gerard estaba fuera de servicio cuando se topó en una carretera con un sofá y un tipo del que sólo sabemos que tiene 47 años. Según relata el agente, el wisconsiano estaba "empujando su área pélvica contra los cojines y tratando de complacerse sexualmente". Hasta aquí, la historia ya es bastante surrealista. No alcanzo a imaginar la escena, aunque creo que Tarantino podría hacer algo grande. Gerard detiene al mueblefílico -o así- y, en un doble tirabuzón daliniano, un juez le ha condenado a cinco meses de prisión por "fornicación de muebles". Preguntas: ¿será este episodio una versión X y cutre del hágalo usted mismo? ¿De verdad existe un tipo delictivo de "fornicación de muebles"? Y, sobre todo, ¿le permitirán tener catre en la celda?
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