hace mucho tiempo que el convencimiento de poder construir una Euskal Herria con un modelo diferente al que imponía la sociedad patriarcal nos llevó a militar y simpatizar con la izquierda abertzale, desde HB hasta la actual EH Bildu, aportando siempre nuestro granito de arena. Lo seguimos haciendo, convencidos de ser la opción política más acorde a nuestra ideología. Son muchos años defendiendo, luchando y reivindicando políticas sociales encaminadas hacia la verdadera igualdad entre mujeres y hombres, cada uno desde nuestro espacio político, sindical, público o privado. Somos conscientes de que hay un larguísimo y durísimo recorrido todavía por hacer que tendrá muchos días alegres y por desgracia muchos tristes. Las grandes cosas se componen muchas veces de detalles aparentemente insignificantes y negar hoy la implicación de muchos padres y hombres en las tareas domésticas y el cuidado de los hijos es un sinsentido. Es algo obvio que vemos a nuestro alrededor a diario.
Hoy nos toca posicionarnos en el debate existente en la sociedad vasca sobre la custodia compartida, que puede marcar otro gran avance. La Ley de Corresponsabilidad Parental presentada en el Parlamento de Gasteiz por la asociación Kidetza de padres y madres separadas marca un precedente. En ningún caso defendemos la custodia compartida impuesta ni obligatoria, aunque algunos lobbies y políticos lo pregonan interesadamente con el único propósito de crear confusión entre la ciudadanía vasca. En la propuesta de Kidetza esa opción ni se menciona ni se considera válida.
La opción de la custodia compartida debería ser la preferente para el o la juez siempre que sea lo mejor para el menor. Siempre que se cumplan los requisitos recogidos en la propuesta de ley de Kidetza para que ningún progenitor pueda ejercer poder de veto sobre el otro, tal y como ocurre con la legislación actual, motivo de numerosos y graves conflictos después de la separación o divorcio.
Por un lado está el derecho del menor a relacionarse en igualdad de condiciones con ambos progenitores, que tendría que estar por encima de los intereses que puedan esgrimir unos u otros a la hora de enfrentarse a un final de su relación, en el que los hijos se convierten en una herramienta de chantaje. Todos conocemos casos sangrantes de padres a los que la separación o el divorcio les supone, de un día para otro, la desaparición automática de la vida de sus hijos. Muchos afrontan esta situación sumergidos en profundas depresiones e impotencia -prácticamente en la ruina económica- por perder toda relación con ellos, convirtiéndose en acompañantes por horas y viéndose privados de participar en los aspectos más básicos para un normal desarrollo del menor como llevarle al médico, a la ikastola, bañarle, ayudarle en las tareas, participar en la reuniones escolares y, en definitiva, seguir ejerciendo de padre aunque no conviva con la madre. Si lo hacen en los periodos vacacionales escolares, ¿por qué no el resto del año?
Todos conocemos también que, aunque la sociedad evolucione y se palpe este cambio de mentalidad, muchos cafres machistas que van a seguir anclados. A estos no va a haber ley que les cambie el maravilloso mundo de a mesa puesta, ropa limpia y planchada y de los niños te encargas tú. Van contracorriente. Pero esta ley permitirá seguir ejerciendo de padres a aquellos que siempre lo han hecho, querido y demostrado.
El derecho del menor tiene que ser una obligación de los progenitores. El cambio de modelo de sociedad propugna la inserción de la mujer en el mercado laboral en igualdad de condiciones, así como la inserción del hombre en las tareas domésticas -no solo en el cuidado de los menores- acabando con roles machistas. Y la mujer, desde el punto de vista personal y progresista, no puede resignarse a afrontar sola la carga de la custodia exclusiva de los menores después de una separación o divorcio y tiene que poder desarrollar y rehacer su vida el día después con total libertad e igualdad. Es su derecho y nuestro trabajo hacerlo efectivo.
Tenemos que romper con los planteamientos simplistas que tienden a presentar a la mujer y a los hombres como dos naturalezas blindadas y opuestas; las mujeres víctimas y los hombres dominadores.
Y por último ,es importante desarrollar una ley vasca que marque la diferencia y avanzar en el autogobierno que venimos reclamando como leitmotiv de nuestra ideología política. Algunas comunidades del Estado como Catalunya, Nafarroa, Aragón, País Valencià y pronto Murcia y Galiza ya cuentan con sus propias leyes de corresponsabilidad parental. Sumémonos al carro y tengamos nuestra propia ley vasca.
Por creer en un cambio de modelo de sociedad, por una política de igualdad eficaz y progresista, pedimos a EH Bildu que apoye en el Parlamento de Gasteiz la propuesta de ley de corresponsabilidad parental presentada por Kidetza.